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el ritmo que nos mueve

el mago

el mago Ana fue quien lo vio. Advirtió que venía un tipo extraño hacia nosotros y todos callamos para escuchar lo que diría. El mago, sin presentarse, nos habló del destino, diciendo que todo estaba marcado, y que para demostrarlo, adivinaría el número que yo pensara del 1 al 100. Imaginé el 18, después el 37, el 52, 65 y por último el 79. Escribió sobre un papel, lo dobló y lo llevó al bolsillo de la camisa de mi amigo. Pidió que dijera el número: 79, respondí. Mi amigo desdobló el papel y nos enseñó el 79 escrito. Ana me miró exaltada, y apretó mi mano.

Con esto, nos dijo el mago, demostré que el destino ya está hecho. No hagan planes, no busquen otras opciones, nos aconsejó, y siguió diciendo que cada uno tenemos un fin y todo conspira para que lleguemos a ese punto. Finalmente nos dijo que el mundo está hecho de señales que nos rodean y que no obedecemos, ni siquiera miramos.

Como no me gustó su argumento, pensé en hacer lo primero que se me ocurriera para demostrarle que el mundo también está hecho de impulsos, no sólo de señales. Tomé la botella con la intención de estrellarla en la mesa, pero Ana se levantó casi enseguida, y se alejó de nosotros. Los demás creyeron que se dirigía al sanitario o a la barra. Sólo yo miré que se iba rumbo a la puerta de entrada, la abría, y la cerraba tras ella.

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